Fuente «Villamartín Cofrade» 23.12.2022
Encontrareis a un Niño envuelto en pañales (Lc 2, 12).
Querida Comunidad Parroquial:
“Encontraréis un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre” (Lc 2, 12)
Estas palabras que fueron dichas por el mensajero divino cuando, en nombre del
Altísimo, se dirigió a unos pastores a anunciarles la Buena Noticia del Nacimiento del Redentor, quieren ser también la invitación que vuestro párroco quiere hacer llegar a todos los hogares de Villamartín en esta Navidad 2022, bien seáis feligreses de la Parroquia o amigos que en estos días venís al pueblo a pasar estos días de vacaciones y a quienes os gusta entrar en esta página “Villamartín Cofrade” e informaros de las noticias propias de las distintas cofradías locales.
La misión del párroco en una parroquia se parece mucho a la misión del ángel que, de parte de Dios, anuncia buenas noticias a cuantos destinatarios quieren escucharme y hacer sitio en sus vidas a una Palabra que, al no ser mía y proceder de Dios mismo, tiene una fuerza capaz de transformar, de consolar, de iluminar, de perdonar…, y tantos otros efectos que hace posible la Palabra de Dios en el corazón de los hombres de buena voluntad.
“Encontraréis un niño…”
Villamartín es uno de esos pueblos en los que el Belén o, al menos, el Nacimiento está presente en muchos hogares e instituciones públicas: Ayuntamiento, Hospital, Ambulatorio, casas de Hermandades, colegios, farmacias, tiendas, etc. En todas ellas no falta el misterio formado por Jesús, María y José.
Somos invitados a contemplar el Belén, tanto niños como adultos; y experimentamos al contemplar al Niño Dios –que constituye el centro y es el protagonista de la Navidad–: la bondad, la ternura y un amor indecible de describir por parte de un Dios que, por ser Amor, se ha tomado en serio la vida de los hombres hasta el punto de hacerse él mismo uno de nosotros. Y es que la trascendencia de Dios no se opone a la encarnación, porque la trascendencia no sólo implica grandeza, sino sobre todo, amor y cercanía.
El Niño centra la mirada de todos, pero no sólo hemos de quedarnos en mirar, sino que además hemos de preguntarnos: ¿Quién es éste Niño que hoy nos ha nacido?, ¿Quién es éste Niño que ha querido manifestarse a la humanidad en la humildad y el silencio de la cueva de Belén, en la pequeñez y sencillez de un infante; en la pobreza de un pesebre?
¿Quién es Éste que, siendo Dios y sin dejar de serlo, invisible en su naturaleza se hace visible al adoptar la nuestra?
¿Quién es Éste que, siendo eterno, engendrado antes del tiempo, ha querido hacerse hombre como nosotros y compartir nuestra vida temporal?
Preguntas, todas ellas, que no deben quedarse en un simple interrogatorio, sino que a partir de ellas somos llamados a realizar nuestra propia confesión de fe, uniéndonos a la confesión de fe de toda la Iglesia, que nos dice: “Es Jesús de Nazaret, el Hijo de Dios, la Segunda Persona de la Santísima Trinidad, la Palabra hecha carne, el Emmanuel, Dios con nosotros”.
Es éste un misterio que, al haber entrado en la historia, se ha constituido en un acontecimiento tan maravilloso y único, que ha revolucionado toda la historia humana y ha cambiado el rostro del mundo.
“Encontraréis un niño…” Este es el primer signo.
Pero no perdamos de vista la segunda contraseña divina:
“envuelto en pañales y acostado en un pesebre”
Podemos decir agradecidos que en nuestro país todo hombre tiene una cuna al nacer y un lecho al morir. Sin embargo, Jesús, el Hijo de Dios, al hacerse uno de nosotros, ha querido prescindir tanto de lo primero –una cuna al nacer– como de lo segundo –un lecho al morir–. Ha querido escoger tanto para nacer como para morir, y a lo largo de toda su vida, una pobreza voluntaria y fecunda. Su pobreza nos enriquece, su humillación nos dignifica, su encarnación nos diviniza.
Tremendo misterio al que sólo podemos acercarnos en silencio y en adoración, si queremos entender algo y dejarnos envolver en su luz y llenarnos de su bondad y amor.
Y después de mucho contemplar, abrir el corazón: en primer lugar, para escuchar lo que nos dice San Agustín:
“Por ti precisamente Dios se ha hecho hombre. Hubieses muerto para siempre, si él no hubiera nacido en el tiempo, hubieras perecido si Él no hubiera venido”.
Y, en segundo lugar, para exultar de gozo y decir llenos de estupor y agradecimiento:
“Gracias, Señor Jesús por tu Nacimiento; gracias por el amor que nos tienes. Enséñanos a amarte y a amarnos unos a otros como Tú nos amas”
Feliz y Santa Navidad para todos, de vuestro Párroco Rafael.
+ Rafael Pinto Vega
Cura Párroco
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