Volvieron los antiguos nazarenos y su Hermandad a recorrer las calles de su villa con un aire especial, marcado por la devoción y el cariño a sus Titulares, siendo arropados por cientos de paisanos que dieron y regalaron su respeto y silencio a los Herman@s de esta Centenaria Institución.
No cabe otra forma nada más que la que fue. Jueves Santo, noche especial, momento sublime donde el tiempo se volvió a detener una vez más. Enmarcado entre hermanos de 76 años y otros de 10 meses, el Cuerpo de Hermanos regresó a las calles de nuestro pueblo para realizar una Estación de Penitencia especial.
Todo acompañó: clima, acompañamiento musical y esa luz especial que transforma nuestra villa en una «Jerusalén» particular. Un tiempo que detuvo y trasladó a todo el Cuerpo de Hermanos en el tiempo al contemplar la imponente figura de Nuestro Padre Jesús Nazareno alumbrado por el brillo y resplendor de sus hijos nazarenos. Nada puede decirse más de una estampa así. Mayores y pequeños tras el Misterio, Hermanos de Fila, Acólitos, Costaleros y Banda de Cornetas y Tambores se fusionaron para cortar el aliento de quien deseó contemplarlo a corazón abierto: Sublime, sí, Sublime. Así sí.
Respeto, Devoción, Amor y Entrega a Jesús Nazareno: Esos fueron los cuatro pilares de su Cuerpo de Hermanos la noche de Jueves Santo. Aliento cortado, lagrimas de amor que recorrieron los rostros y el orgullo discreto, sincero y humilde de cada capirote morado por su Padre.
No caben palabras o no se encuentran. Es la esencia de una noche donde las miradas solo coincidían en la excelsa figura de Nuestro Padre Jesús Nazareno, en sus imponentes líneas, en esa especial forma de andar y en ese deseo máximo de sus hijos de no querer recogerlo, de desear tenerlo unos instantes más y poner a sus pies todas sus fuerzas, todos sus anhelos, todos sus deseos de salud y bienestar para cada uno de los que componen esta familia nazarena. Describir esa estampa y esa imagen necesitan más y mejores palabras para hacerlo simplemente en estas lineas.
Brillo, Elegancia y sin igual belleza tras la excelsa figura de Jesús Nazareno. Sencillas líneas del Palio, de tríos de ángeles bordados que ensalzan la extraordinaria belleza de María Santísima de los Dolores. Nada puede ampliarse más con un conjunto tan extraordinario, y al igual que su Hijo, su Madre de los Dolores estrechó una noche más la respiración, rasgando el aire al vaivén de las bambalinas del Eterno Palio de Villamartín.
Acompañada eternamente por su Cuerpo de Hermanos, María Santísima de los Dolores rasgó con sus lagrimas el corazón de los suyos. Ni el aire la tocó, ni la brisa pudo ocultar el esplendor de su mirada de Amor, la sinuosidad extraordinaria de sus rasgos, de su rostro y de sus ojos.
Jueves Santo: No hay más. Ni más espacio, ni mejor estampa. Noche y Madrugada, Amor y Devoción, Cariño y Entrega…Así sea Siempre.


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