No pudo ser, no debía ser pues Nuestro Señor y su Amada Madre tenían reservado para su Cuerpo de Hermanos otra forma distinta de realizar Estación de Penitencia. Quizás diferente, quizás de otra forma todo el conjunto de nazarenos pudieron estar junto a ellos y llevar a cabo el rezo de las Preces, viviendo una muy especial y significativa Estación de Penitencia que, rodeando con Amor y Devoción a sus Titulares, hizo de este Jueves Santo algo muy especial y que ya para el Tiempo y la Historia será inolvidable.
Las calles en las que debía resonar el toque de tambores de la banda de Cornetas y Tambores de Jesús Nazareno y de Fuente de Cantos se vieron silenciadas por el zumbido del viento y el goteo de las lluvias sobre el pavimento.
Sin embargo, la climatología no arrebató al Cuerpo de Hermanos vivir su fe y la pasión en el interior de Santa María de las Virtudes. Momentos de recogimiento en los que la tristeza de ver ‘encerrado’ al Nazareno se transformó en la verdadera belleza de encontrarse en la intimidad con Cristo y María.
Precisamente hace 499 años que nuestra Corporación dio manifestación pública de fe y desde aquella primera «madrugá» los nazarenos han sido símbolo de Amor y Entrega a la causa del Evangelio. Anoche, una madrugada más, con distinta forma volvieron los antiguos y jóvenes nazarenos de este Cuerpo de Hermanos a realizarlo y ese signo tan característico que les distingue y a la vez les une a todo el resto de cofradías les hizó y les hace ser especiales.
Desde el melancólico recuerdo por los que nos precedieron hasta el reluciente brillo de las lágrimas de los más jóvenes nuestra Hermandad volvió anoche a vivir una de esas «madrugás» especiales y llenas de cariño. Ni siquiera lo átipico de la noche pudo silenciar el crujir de las «mecías» del Nazareno y el «dulce golpeo» del palio de María Santísima de los Dolores.
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